A mucha
gente le puede parecer un tema menor la consulta popular que se ha celebrado en
un pueblo extremeño llamado Guadiana, al que yo le pondría el apellido “del
dictador”, que sería más apropiado que el decidido por una parte de sus vecinos.
En mi opinión el asunto no es menor pues demuestra que, tras más de treinta
años, el franquismo sigue vivo, con muchos partidarios en casi todos los
ámbitos del poder, político e institucional, por más que todos ellos quieran
hacernos creer que son demócratas “de toda la vida”. En cualquier país serio, y
democrático, a ningún político se le hubiera ocurrido preguntar a los
habitantes de su pueblo o ciudad si quieren mantener el apellido de un dictador
añadido a su nombre, como es el caso. En
Alemania, por ejemplo, sería impensable que un alcalde consultara con sus
convecinos la posibilidad de añadirle el apellido Hitler al nombre de su
pueblo. Entre otras cosas, porque sería ilegal, cosa que aquí no sucede. Aunque
debería.
La verdad
es que tampoco me debería extrañar la convocatoria de tan vergonzosa consulta,
teniendo en cuenta que muchos pueblos y ciudades españoles siguen dedicando sus
calles al dictador y sus cómplices, sin consultar a los vecinos su opinión al
respecto. Ambas cosas me parecen una burla. Especialmente cruel para los
familiares de las víctimas de la dictadura, a los que ni siquiera se les
permite enterrar “como dios manda” a sus muertos. Lo más curioso es que a los
mismos responsables políticos que defienden la permanencia de símbolos y
nombres franquistas en pueblos y calles se les llena la boca hablando de
democracia. Y traten de dar lecciones a quienes no piensan como ellos.
Tenemos
democracia porque nos dejan votar cada cuatro años, pero cada vez tengo más
dudas sobre su calidad. De todos modos, y volviendo a la consulta popular de
Guadiana, creo modestamente que la pertenencia del alcalde al PP lo explica
todo. Y no lo digo solo por lo que algunos hayan podido pensar, que también, sino
por la deriva populista del partido que ahora nos gobierna, capaz de convocar
un referéndum para decidir si los ángeles son machos o hembras si conviene a
sus intereses o, como suelen justificar algunas decisiones, “si es un clamor
popular”. Del partido Popular se entiende, o de sus votantes y simpatizantes.
De hecho, cuando estaban en la oposición y una ley del anterior gobierno no les
gustaba, en lugar de decir eso apelaban a la falta de ese clamor popular para
negar la necesidad de esa ley. Curiosamente, de todas aquellas que ampliaban
las libertades civiles.
Me gustaría
creer al alcalde de Guadiana cuando justifica la consulta a sus convecinos en
el compromiso adquirido con ellos durante la campaña electoral. Si no puedo hacerlo
es porque sus “hermanos mayores” nos prometieron, machaconamente, que no iban a
subir los impuestos ni abaratar el despido y, nada más llegar al gobierno,
hicieron todo lo contrario. Por eso no
me fío de las palabras del alcalde, al que no conozco de nada, sin descartar
que pueda ser un hombre recto que cumple su palabra. Algo que le deberíamos
exigir a su jefe en temas como la subida de impuestos y la dura reforma laboral
que nos ha impuesto; sin consultarnos. Y, ya puestos, también deberíamos exigir
al PP, y al PSOE, que nos preguntaran si queremos seguir teniendo Monarquía; o
si los gobiernos de turno deben legislar para los españoles o para “los
mercados”. Pero esa es otra cuestión, no menor; como la otra.
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