lunes, 14 de noviembre de 2011

LA INDEFINICION AL PODER


Cada partido político nos ofrece estos días el advenimiento del paraíso terrenal
siempre, claro, que triunfen sus siglas. En caso contrario, nuestras vidas
estarán avocadas al desastre. El problema para nosotros, los votantes, es que
no sabemos a qué atenernos ante tantos mensajes; contradictorios en muchos
casos, e inconcretos en todos ellos. De los dos mayoritarios, PP y PSOE, me llama
la atención que uno nos prometa mantener los mismos servicios con menos
ingresos, como si se pudiera sorber y soplar al mismo tiempo, mientras el otro
nos dice que va a hacer cosas en el futuro que no ha hecho en el pasado reciente; porque no ha
querido o no ha podido. Hay otros, como IU, que se conforman con crecer en
representación o, caso de UPyD, que simplemente abominan de los partidos, como
si ellos formaran parte de una rondalla.
Personalmente estoy en un sin vivir ante tal
cúmulo de propuestas vacuas, incapaz de discernir cual de las opciones será la
mejor para el futuro inmediato de mi
país; y el mío personal. Ninguna de ellas me convence del todo, pero tengo
claro cual me gusta menos pues, a pesar de que cada vez más gente dice que
todos los políticos son iguales, no estoy de acuerdo con tal afirmación. Y no
lo estoy porque, dependiendo de quién gane, las duras medidas que nos esperan
se cargarán mayoritariamente sobre una parte de la población en beneficio de la
otra o, por el contrario, esa carga se repartirá un poco más. Eso sí, con
ninguna de las opciones con posibilidades de alzarse con el triunfo estoy
tranquilo del todo, consciente de que la fiesta que, en el pasado reciente, se
corrieron bancos y especuladores la acabaremos pagando nosotros.
Dudas y
temores al margen, tengo la sensación de que estas elecciones son como una
partida con las cartas boca arriba, en el sentido de que antes de apostar todos
sabemos el ganador. Y claro, quienes se sienten perdedores nos ofrecen medidas
que no logro entender cómo no las han puesto en marcha cuando aún podían,
mientras los que se ven ganadores antes de la partida se callan sus
intenciones, presentándose como los salvadores de la patria. “La luz al final
del túnel”, ha dicho Rajoy de él mismo sin ningún rubor. O el único que genera
confianza, como nos dijo en el debate.
Con la
mejor baza en la mano, el descontento con los actuales gobernantes, al líder
del PP se le ha escapado algo tan lógico como que “los gobiernos no crean
empleo”, sino que crean las condiciones. Al no especificar esas condiciones,
nos está diciendo que solo con él como presidente los empresarios harán crecer
la economía y crearán puestos de trabajo. Si tenemos en cuenta las reformas que
ha hecho el actual ejecutivo, cabría pensar que el empresariado español quiere
que gobierne el PP y solo el PP. Personalmente no creo que todos los
empresarios piensen así, pero sí los dirigentes de sus organizaciones que, como
los políticos, se han profesionalizado hasta el punto de no escuchar, a sus
afiliados los primeros, y al pueblo los segundos.
Todo en
nuestro país está tan claro como confuso en estos tiempos. Incluso después del
remedo de debate que los líderes de los partidos mayoritarios mantuvieron en
televisión, en el que no nos han aclarado mucho sobre sus intenciones.

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